• 14 de Junio, 2019

De satanista a servidor de Jesucristo

Soy un joven cambiado y transformado por el poder maravilloso de Dios. Por mucho tiempo fui esclavo del pecado, la maldad e inmundicia, mas hoy soy un servidor de Jesucristo. Pasé de ser un adorador de Satanás a siervo del Todopoderoso.

Nací en la selva peruana, un lugar bello. Dentro de esta región se esconde el enemigo de las almas para destruir miles de vidas, siendo los satanistas sus más fieles servidores. Originario de un hogar tranquilo, pasé de ser un niño amable a un adolescente de mal vivir; sumergiéndome en fiestas, parrandas y un sinnúmero de acciones libertinas que hoy se conocen.

A los 16 años probé por primera vez el terocal, luego pasé a consumir mariguana, PBC y otros estupefacientes. Transitaba por las calles delinquiendo, drogándome y sumergiéndome en cual vicio se me presentara. Iba creciendo en ese mundo; respetado y temido por los que me conocían.

A los 20 años por primera vez se me presenta la oportunidad de sostener pacto con el diablo. Acepté. Quería que el negocio de la droga (del cual yo era parte) me fuera bien. Inicié realizando rituales satánicos en mi cuarto, cementerio, en los lugares más recónditos donde reina la oscuridad.

Mi corazón se empezaba a llenar de maldad, me deleitaba haciendo lo malo. Mis ojos brillaban cuando observaba sangre. Adquirí conocimientos satánicos, poderes sobrenaturales que jamás imaginé que existieran. Me engrosaba de malicia.

Recuerdo una ocasión, estando en un ritual, el diablo me ofreció poderes sobre las mentes de los seres humanos, a cambio, quería el corazón de mi madre y abuela. Como era de esperar, no podía hacerlo. Al no obedecer, empecé a ser atormentado. Voces en mi mente me decían: “Si no lo puedes hacer, mátate”.

Cierto día, en medio de mi desconcierto, quise asesinar a un vecino. Hubo un gran alboroto en mi barrio. Al verme destruido, mi padre me habló de Cristo, él me obsequio un nuevo testamento (de los Gedeones), por medio de aquella pequeña biblia, Dios empezó a tratar con mi vida.

Me enseñaba por sueños a entender Su palabra. Aun para ir a la iglesia, Dios me mostró una congregación que oraba por mí. Durante años conseguí hacer daño a cualquier persona, en cualquier lugar. Hoy considero eso como una pérdida de tiempo. La grandeza de conocer a Cristo no la cambio por nada, Él es el aire que respiro y camina siempre conmigo.

¡Le entregué mi juventud a Jesucristo, Dios me hizo libre! Prometí servirle con todo el corazón. Después de ser un adorador de Satanás, hoy soy un siervo del Todopoderoso. ¿Quieres ser libre de los vicios? Cristo es experto en dar libertad, clama Su nombre. 

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