Dicen que la universidad de la calle te enseña el camino verdadero de la vida. No me queda sino aceptar que es verdad, ella te educa para enfrentar situaciones realmente inhumanas. Eso es lo que me pasó. Cual niño abandonado, a la edad de 4 años, sentí el frío desolador del desamparo de mi madre y el descuido de un padre obsesionado con el trabajo.
La cruel compañía de un barrio violento inculcó, a mi corta edad, las ganas de sobresalir en las calles. Inicié con un juego de barrio; el futbol, luego empecé a salir diariamente por diversión. Sin imaginarlo, me encontraba rodeado de delincuentes, drogadictos y borrachos. Era tan corta mi edad y me hallaba sumergido en hechos aterradores.
A la edad de 11 años, ya era conocido en mi barrio como un chico de mal vivir, causando deshonor a la reputación de mi familia, la cual venía de un linaje culto (la mayoría profesionales). Por falta de Dios (ahora entiendo) mi padre me empezó a lastimar psicológicamente, no cuestiono su pasado, pues también vivió momentos penosos.
Él me decía: “¡Oye, burro, no sirves para nada! ¡Eres una vergüenza para la familia! ¿Qué de bueno puede salir de ti?”, esas expresiones atravesaban como lanza mi corazón. No recuerdo las innumerables noches en las que, junto a mi almohada, pasé llorando preguntándome: “¿Realmente mi vida tendrá sentido?”.
Un día, mientras tanteaba videos, me topé con una prédica. Ese fue el inicio de mi transformación. Al ver mi interés por Dios, mi primo me entregó un folleto, en la parte de atrás se encontraba la dirección de una iglesia. Asistí. Escuché el llamado para aceptar a Jesús como mi único Salvador, pase al altar y dispuse mi corazón. Prometí ser sincero con Dios.
Aquel día acepté a Jesús. A pesar de no sentir nada, creí que Él me había perdonado. Al día siguiente, ya no era el mismo, no me nacía salir a las calles. ¡Jesús me había transformado! Sin importar estereotipos, empecé a testificar que Jesús cambia y transforma vidas y que para él no hay imposibles.
El odio hacía mis padres se fue, los perdoné, ellos están asistiendo poco a poco a la iglesia. Dios me ha bendecido. Actualmente, curso el 6. ° ciclo de la carrera de ingeniería civil. Inicié con las peores notas, no era bueno para el estudio. Cada examen recibido, lo conducía al altar y, entre lágrimas, le pedía sabiduría a Dios. Él me ha ayudado. Hoy puedo decir que todo lo que soy es gracias a Él.
Soy auxiliar de la Escuela Dominical en mi iglesia y, con un grupo de jóvenes, testificamos a voz en cuello, por las plazas de Trujillo, sobre los milagros que solo Cristo puede hacer. Soy feliz y vivo agradecido con Dios. Lo que el hombre no pudo hacer, Dios lo hizo. ¿Quieres cambiar y no puedes? Busca a Dios, es la mejor opción. Él te ayudará, ten fe.
Un grupo de Jóvenes en La Libertad, están tomando las calles de Trujillo testificando que solo Cristo sana, salva y tiene poder para transformar vidas. Cada noche se dividen en grupos para evangelizar los parques, avenidas y plazas, declarando que Dios sigue haciendo maravillas. ¡Dios bendiga nuestra juventud esforzada y valiente!