Hasta hace unos años atrás, Luis pensaba que la depresión era un invento de la psicología moderna. Este pensamiento le duró poco, pues su esposa, a quien tanto amaba, experimentó periodos de profunda tristeza y soledad, situación que lo hizo buscar de Dios.
Luis Calle era de las personas que tenían que dejar su debilidad para confiar en la fortaleza de la mente. Procedente de un linaje de comerciantes, a Luis no le faltó lo material, al contrario, conseguía lo que se proponía gracias al esfuerzo de él y su familia. Contrajo matrimonio con el fin de completar su felicidad.
Lastimosamente, como en todo matrimonio que no tiene a Cristo como centro, su hogar se fue deteriorando. A medida que alcanzaban la prosperidad, su matrimonio iba deteriorándose con vicios, odio, resentimiento y rencor. “Eran 17 años de matrimonio y estaba fracasando. Mi hija observaba todo, ella era la más afectada”, cuenta Luis.
A raíz de la incontrolable inmoralidad de Luis, su esposa se sumergió en la depresión. “No se alimentaba, no comía, todo el día pensaba en suicidarse. Yo no podía dejarla ni un momento porque ya se estaba cortando, se estaba flagelando. Era realmente desesperante”, recuerda con dolor Luis.
La depresión de su esposa lo afectó. Cuando su matrimonio no daba para más, justo cuando pensó en huir para formar un nuevo hogar, Dios en su misericordia, usó a un joven para hablarle de su amor. Simultáneamente, su esposa era llevada de emergencia al hospital y, en aquel hospital, también le hablaron de Dios.
“Cuando fui a visitar a mi esposa, ella estaba distinta. Al salir de la clínica, opté por insistencia de ella asistir a la iglesia. Al llegar al templo, me pareció extraño. Fui asistiendo y al cabo de unos días, Cristo me hizo libre. Empecé a llorar como un niño sin consuelo. Hoy puedo decir que solo el amor de Cristo puede hacer lo imposible”, concluye el ahora feliz esposo.
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