• 11 de Junio, 2019

Recibí el Espíritu Santo a los 10 años

Creo que el descuido de los padres hacía los hijos, ocupa un rol importante en la vida de un niño; su ausencia no solo los afecta en las emociones, sino también en la parte física. Tristemente, el dolor por crecer sin una fuente de consejos y amor hicieron de mí un niño con resentimiento.

Nací bajo la sombra de mi abuela, pues mis padres se divorciaron estando aun pequeño. Esa faceta importante de mi niñez la pase en la calle, rodeado de amigos que, por alguna razón, crecieron en familias disfuncionales. Prácticamente no me importaba estudiar, no era una opción para mi.

Cada vez que salía del colegio, me reunía con mis compañeros para fumar; lo consideraba un pasatiempo extraordinario al momento, pero al final del día, solo acarreaba más rebeldía. Cierta fecha, mi hermano (que ya era cristiano) me visitó, era tiempo de elecciones y había llegado para ver mi situación.

Preocupado por mis acciones, esperó a que yo llegara del colegio para después hablarme de Dios. Recuerdo su tierna mirada. Al observarme, me dijo: “Hermanito, te estas destruyendo. Dios te quiere ayudar y quiere salvar nuestra familia. Él te puede transformar y quitar todo odio de tu corazoncito”.

Yo creía en los milagros de Dios. Elevamos una oración en casa y, eventos lindos empezaron a pasar, Dios me estaba tocando. Al cabo de unos días, me invitaron a una confraternidad de niños en la iglesia de Surquillo. La ministración fue hermosa. Recuerdo que la hermana que dirigía el evento decía: “El Espíritu Santo te quiere tocar. Deja que more en tu corazón”.

Ore con mucha fe, esa fe inocente que tiene un niño. Al instante, sentí como un fuego ardiente inundaba mi ser, lenguas de fuego salían de mis labios. Dios había descendido a mi corazón. A mis 10 años, estaba siendo testigo del poder libertador del Espíritu Santo. Era completamente libre.

Toda rebeldía, odio y vicio que, a mi corta edad me atormentaban, salieron de mí. Quiero servir a Dios y serle fiel. Sé que vendrán pruebas y momentos difíciles, pero de la mano de Dios y su poder, seguiré adelante peleando esta batalla. Como niño, quiero decirles que nunca dejen de buscar a Dios, Él es nuestra fuente de seguridad y bajo sus alas estaremos seguros.

deja tu comentario