Hoy no es un día cualquiera. Algo en el aire se siente distinto, como si cada susurro, cada ráfaga de viento trajera consigo un mensaje. Las almas en hospitales, en cárceles, en los rincones más oscuros del mundo, esperan. No saben que están esperando, pero sus corazones anhelan algo que ellos mismos no pueden describir: la verdad que solo la Palabra de Dios puede traer.
El enemigo no descansa. Se infiltra en los hogares, destruyendo familias, porque sabe que al hacerlo, hiere lo más profundo: la niñez, la adolescencia, los matrimonios. Esas son las voces que claman. Pero, ¿quién las escucha? ¿Quién se levantará? El compromiso con Dios no es un simple acuerdo; es un pacto eterno. Hoy, ese compromiso necesita ser renovado. No es un juego. No hay nada más importante que el llamado que Dios te ha dado.
Piensa en ese lugar que te espera. Tal vez sea una cama de hospital, una celda oscura o una calle solitaria. Hay una persona allí, una vida que necesita escuchar las palabras de vida. ¿Qué harás? ¿Permanecerás en silencio, dejando que el miedo te detenga? O te levantarás, predicando en todo momento, aun cuando el temor golpee a tu puerta.
El reloj sigue su curso, pero hoy no es un día como los demás. Hoy Dios tocará corazones, pero también necesita que tú seas Su voz, Sus manos, Sus pies. No te detengas. Hay un alma que te espera.
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