Crecí en una familia llena de problemas, con un padre celoso y una madre que constantemente padecía problemas de autoestima. A los 16 años, me fui de casa, la calle se convirtió en mi nuevo hogar, un refugio para mi débil corazón. Inicié probando drogas y terminé como un loco. 

Mi familia hizo todo lo posible para sacarme de ese hoyo profundo, pero no lo logró. Me llevaron a centros de rehabilitación, hospitales, brujos, pero nada, mi adicción era tan palpable que llegué a invocar a los demonios para que me sustentaran con mis vicios. Eso abrió una puerta a mi locura. Escuchaba voces que me atormentaban día y noche. 

Cierto día, mientras caminaba por los descampados de un caserío en Chiclayo, escuché por primera vez, el mensaje liberador de Dios, que salía de una pequeña iglesia, que me confronta con el pecado. Luego clamé al cielo por la liberación y Dios lo hizo. Hoy tengo tres años libre del pecado y Jesús me dió una nueva oportunidad.

Desde este 19 al 22 de octubre, inicia nuestra Convención Nacional de Damas y Caballeros con sede en Moyobamba.