Kazajistán se une a los Acuerdos de Abraham y el reloj profético vuelve a moverse en Medio Oriente...
Los titulares hablan de diplomacia, pero los ojos del mundo espiritual leen señales. Kazajistán, nación de mayoría musulmana, ha anunciado su adhesión a los Acuerdos de Abraham, iniciativa que busca estrechar lazos entre Israel y países árabes. El presidente Donald Trump confirmó el avance y anticipó una ceremonia de firma; para el gobierno kazajo, se trata de una “continuación natural y lógica” de su política de diálogo y estabilidad regional. Pero entre las palabras diplomáticas se oyen también ecos proféticos que despiertan preguntas en la comunidad cristiana.
El pastor Joel Engel pide discernimiento ante la avalancha de interpretaciones. Aunque los acuerdos multiplican alianzas, Engel insiste en distinguir entre treguas humanas y el pacto escatológico de Daniel 9:27, que según la Escritura será global, dividido a la mitad y acompañado de profanación y tribulación. “Trump no es el Anticristo —afirma—; puede haber sido usado por Dios, como Ciro lo fue, pero el verdadero pacto profético aún no ha ocurrido”, dice, señalando que el “sistema” anticristo se despliega poco a poco a través de crisis morales y tensiones geopolíticas.
Firmas y ceremonias pueden acelerarse, pero la Escritura llama a una paz que no se firma en mesas humanas sino que se recibe en el corazón. 1 Tesalonicenses 5:3 advierte sobre la falsa seguridad: “Cuando digan: ‘Paz y seguridad’, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina…”. Por eso, más que alarmarse, la Iglesia está llamada a velar, a discernir y a afirmar su esperanza en el Príncipe de Paz, aguardando no acuerdos temporales, sino la consumación de su Reino eterno.