Lejos del Señor, la vida es como un barco a la deriva…
Intentamos navegar por nuestras propias fuerzas, confiando en nuestros planes y decisiones, pero inevitablemente encontramos tormentas que no podemos manejar. Sin Dios, lo que construimos se desmorona, lo que soñamos se convierte en un espejismo. Solo en su presencia encontramos dirección y propósito.
Al reconocer nuestra necesidad de Él, comprendemos que no somos autosuficientes, sino dependientes de su gracia y sabiduría. Separados del Señor, podemos obtener logros temporales, pero carecerán del verdadero sentido y permanencia que solo Él puede otorgar.
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