• 11 de Abril, 2023

El sufrimiento de mi amiga me llevó a Jesús

Nací en un hogar cristiano, y al igual que muchos jamás experimenté el desafío de sufrir; digo sufrir porque en un hogar donde mora Dios no existe la falta de moral, apatía y amor (por eso me siento dichosa). Aun así no valoré esa bendición, por lo que decidí probar lo que ofrece la secularidad del mundo como salir a fiestas, conocer amigos, entre otras cosas que no vale la pena recordar.

Mi nombre es Débora Malpartida y esta es parte de mi historia.

Nací en un  hogar cristiano, y al igual que muchos jamás experimenté el desafío de sufrir; digo sufrir porque en un hogar donde mora Dios no existe la falta de moral, apatía y amor  (por eso me siento dichosa). Aun así no valoré esa bendición, por lo que decidí probar lo que ofrece la secularidad del mundo como salir a fiestas, conocer amigos, entre otras cosas que no vale la pena recordar.

Mi panorama parecía feliz hasta que cierto día, en una de nuestras tantas salidas, vi a una de mis mejores amigas sufrir y tuve que ayudarla. Ella lloraba desconsoladamente en mis brazos, como si las ganas de vivir ya no le importaran. Mientras me expresaba su dolor, mis ojos se abrieron, me pude dar cuenta que la gente sin Dios siente una soledad inexplicable acompañada de un sufrimiento que los lleva a refugiarse en vicios desoladores.

Fue entonces que me pregunté: “¿Débora, realmente esto es lo que quieres para el resto de tu vida?”. Yo misma me di la respuesta:” No, claro que no”. Luego corrí a los pies de Jesús y le dije que me aceptara y que le abría el corazón si él estaba dispuesto a perdonar mis errores mientras todo se fue acomodando a la manera que Dios quería. Sin embargo, al lapso de un tiempo, un miedo terrible embargó mi ser, ya que las personas que crecieron conmigo y me ayudaron en este camino de fe, se fueron alejando de mí y del propósito que Dios tenía con ellos.

Pensaba que yo sería la siguiente en retroceder, y creo que aún es ese temor lo que me mantiene siempre a los pies de mi amado Jesús. Actualmente soy parte del grupo de pandereteras de mi iglesia, maestra de niños en la Escuela Dominical y apoyo liderando un grupo de jóvenes que día a día se niegan a sí mismos cargando su cruz para llegar al cielo. Hoy sé que detrás de cada proceso, hay un testimonio inquebrantable.

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