La obra del Espíritu en nosotros no solo es para guiarnos, sino para darnos vida, una vida en abundancia…
El Espíritu Santo interviene en cada rincón de nuestro ser, incluso en aquellos lugares que pensábamos que ya no podían revivir. Donde había dolor, Él trae consuelo; donde había desesperanza, Él infunde esperanza; donde había vacío, Él llena con su plenitud. Vivificados por su Espíritu, somos renovados constantemente, con una energía que va más allá de lo físico, una vida que fluye desde lo más profundo de nuestro ser y que transforma cada aspecto de nuestra existencia.
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